Según la Fundación General CSIC, en el año 2025 la franja de edad que más aumentará su representación será la correspondiente a más de 80 años, duplicando su porcentaje respecto al año 2000 y alcanzando el 6,5% de la población total de nuestro país. Una cifra que está llamada a elevarse a tenor de los incrementos que también están registrando los grupos de edad anteriores, de 50 a 64 años; y de 65 a 79, con valores de 21,3% y 16,2%, respectivamente.
¿Está España encaminada a convertirse en un país de ‘viejos’? Probablemente, sí. Pero más que de viejos, será un país de personas mayores que, gracias a los avances médicos, liderarán una esperanza de vida inédita, que nos va a obligar a cambiar nuestro modelo actual de sociedad.
A parte del análisis de las repercusiones que ese envejecimiento supondrá para la estructura productiva de nuestro país, cabe preguntarse por la atención socio-sanitaria que su cuidado precisará.
La introducción de la mujer en el mercado laboral, y la globalización, han hecho que muchos núcleos familiares no puedan hacerse cargo de sus mayores, como era lo habitual en el pasado. Esa desintegración aboca a muchos ancianos a vivir en soledad, o a sentirse obligados a irse a residencias regidas por modelos anticuados, en los que no se sienten como en casa.
Una situación que, en cierta manera, puede recordar a la vivida con la población infantil hace unos lustros, cuando el trabajo de muchas madres fue interpretado como un abandono familiar, y el dejar a los niños en las guarderías como un desapego que podía generar hordas de maleducados.
Ni lo uno, ni lo otro, era cierto, y el tiempo ha dado la razón a los que creían que los jardines de infancia podían ser una excelente alternativa en la que impulsar la creatividad de los menores, canalizar su motricidad, activar su sociabilidad, reforzar su autoestima, generar rutinas y prepararles, junto a sus familias, para afrontar el reto de la vida. Y todo ello con cercanía, mucho amor y sensación de hogar.
Si, haciendo un paralelismo, extrapolamos esa situación al mundo de los ancianos, ¿no podría valer esta descripción para el modelo de residencia de mayores del futuro? Un segundo hogar en el que los ancianos y ancianas vivan una etapa diferente, capeando sus carencias físicas con la ayuda de profesionales e instalaciones diseñadas para su máxima comodidad; recibiendo la atención médica y nutricional que damos con esmero a nuestros pequeños; recibiendo el cariño y el tiempo que se merecen en cantidad; y, el de las familias, en calidad, fomentando una interacción natural y a demanda.
Para que esto suceda, lo primero que hay que hacer es cambiar la mentalidad de la sociedad, de las familias y de muchos cuidadores, cuya vocación de servicio hará posible este milagro. Y al igual que las maestras de infantil acompañan a los niños en su camino, como si fuesen sus hijos, los auxiliares y demás profesionales de geriatría escoltarán, y llevarán de la mano, a los mayores, como si fuesen sus padres.
Un reto enorme, pero también maravilloso, con el que residencias como las de Fontsana Senior Living Group nos sentimos absolutamente comprometidos. Y es que no hay nada más motivador que sentir que tu trabajo puede cambiar el mundo. En este caso, el mundo de todos nuestros mayores.