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hija abraza a su madre

Así es el periodo de adaptación en las residencias.

Si tienes hijos o hijas conocerás muy bien la sensación. Si fueron a la guardería, seguro que recuerdas lo difícil que suele ser dejarles los primeros días. Sientes una mezcla de remordimiento y una sensación de abandono pero, al mismo tiempo, eres muy consciente de que estás haciendo lo correcto. 

Lo correcto para ti, porque la vuelta al trabajo no te permite hacerte cargo de él durante todo el día; y lo correcto para él, porque los profesionales que trabajan en la guardería son capaces de estimularle mucho más, y guiarles con cariño en esa nueva etapa de su vida. 

Pues lo mismo sucede cuando dejas a tu ser querido en una residencia. Atraviesas la puerta de salida con sus lágrimas grabadas en tu mente y, cuando llamas al cabo de un rato, para ver si ya está bien, te dicen que ya se ha calmado. 

Una escena que en ambos casos suele repetirse los primeros días, pero que en cuanto empiezan a conocer a sus cuidadores, y se integran en la rutina, la cosa cambia.  No obstante, el periodo de adaptación es tan importante en las guarderías como en las residencias. Y tú eres una pieza fundamental en ese proceso.  

En el caso de las residencias de Fontsana Senior Living Group recomendamos que los familiares estén muy presentes en esa primera semana en el centro. En primer lugar, para adecuar la habitación e incorporar aquellos detalles que le van a ayudar a sentirse como en casa. 

Fotos de los seres queridos, plantas decorativas, esa radio que siempre le acompaña o libros y revistas que siempre le entretienen, son compañeros de habitación indiscutibles. Al igual que ese perfume que siempre se pone en las ocasiones especiales, las zapatillas de estar en casa o su peine preferido. 

La conversión de la habitación de la residencia en un hogar es posible con esos detalles, pero no basta. La presencia de un familiar durante esos días, al igual que sucede con los niños durante la famosa semana de adaptación, es muy necesaria. En primer lugar, por la sensación de seguridad que esa figura conocida le otorga y, también, para ayudarle a conocer a sus compañeros de residencia. 

Además del trabajo que hacen los cuidadores para integrarlo en los distintos grupos, tú puedes ayudarle a romper el hielo y a entablar conversaciones con los otros residentes. También escoltarlo en su primer recorrido por las instalaciones, compartir alguna de sus primeras comidas y, si su estado físico y mental lo permite, animarle a salir a pasear para que se haga con el barrio, y a participar en las distintas actividades que la residencia organice. La actividad es el mejor remedio para afrontar los cambios como éste. 

No te olvides de los detalles. Llévale un ramo de flores uno de los días, algún capricho alimenticio, si su salud se lo permite, y crea una rutina en vuestras nuevas relaciones. Llámale por las mañanas o por las tardes, para ver cómo ha pasado la noche o el día; fija un día de la semana para ir a verle o para salir a comer; y, si es presumido o presumida, anímale a que se acicale volviendo a adquirir esa costumbre que tanto gusta a muchos mayores de ir a la peluquería. El verse bien les ayudará a hacerse con su nueva vida en la residencia. 

Y poco a poco, a medida que le veas más seguro, ves soltando lastre, pero teniendo siempre el cabo en la mano. Porque llevar a tu padre o a tu madre a una residencia no significa abandonarlo. Si no dejarlo en manos de profesionales para que su día a día tenga mucha más calidad, compañía, y cariño, que si viviese solo.  

Pero la presencia de la familia es algo que nadie puede compensar. Así que apuesta por la calidad de un tiempo semanal, que a tu ser querido le sabrá a gloria, y hará mucho más llevadera esta transición hacia su nueva vida. Una metamorfosis en la que nuestros profesionales os acompañarán para hacer mucho más llevadero el camino.