Estancia temporal Fontsana, te mereces un respiro.
Una sencilla frase que se llena de contenido cuando la aplicamos al mundo de los mayores, y de sus cuidadores. Y que parte del amor más profundo. Del que los padres sienten por sus hijos, y viceversa. La vida es un ciclo en el que lo damos todo para subir y llegar a lo más alto, repletos de energía y vitalidad, y cuyo camino de regreso recorremos de a poquito, apoyados en esos a los que ayudamos a crecer: nuestros hijos.
En los mejores casos, es una relación franca, llena de ternura y mutuo reconocimiento, pero que no está exenta de baches. Al igual que la maternidad y la paternidad no es el mundo perfecto que algunos evocan; y las relaciones de pareja no son tan idílicas como pintan los libros de amor; el cuidado de nuestros mayores supone retos para los que no siempre estamos preparados.
Pero es algo normal que hay que vivir con naturalidad, y evitando acusaciones y remordimientos. Especialmente cuando la salud de nuestros familiares los convierte, en ocasiones, en personas a las que no reconocemos, y que mutan su antiguo sentido del humor por tristeza y despecho. Y es que, aunque los avances médicos han prolongado la esperanza de vida, eso no significa que esa durabilidad vaya acompañada de un buen estado físico y mental.
Esas situaciones ocasionan agotamiento, y erosionan hasta las más perfectas relaciones filio parentales. Por eso a veces es recomendable hacer un parón, y separarse durante un tiempo. No para olvidarse, sino para cargar pilas y retomar esa responsabilidad, repletos de energía.
Los respiros familiares son, como su propio nombre indica, momentos para coger aire. Para llenarse los pulmones de escapadas y noches sin desvelos, los unos; y para estar más tranquilos y sin desazón, los otros. Porque el mundo de los cuidadores es muy complejo, debido a la carga emocional y la responsabilidad que supone cuidar de una persona mayor, pero también lo es el de los ancianos, que se sienten incapacitados y molestos por la carga que su cuidado supone para sus hijos.
Por eso es sano, y muy recomendable, eliminar temporalmente ese mutuo sentimiento de estrés, y dejar ese cuidado en manos de profesionales, que han aprendido a velar no sólo de la salud y el cuidado de los abuelos, sino también de su alma. Prestando una atención que va más allá del aseo y la alimentación, mirando a los ojos con seguridad, para que la distancia de los seres queridos se entienda y se valore como un simple descanso.
Haciendo un paralelismo con el mundo infantil, que lleva años de distancia al residencial, es algo similar a la sensación de dejar a tu hijo en un campamento. Añorando su descaro matutino y su sonrisa de medianoche, pero sintiendo un tímido soplido en tu interior que, silencioso, no se atreve a decir “cómo lo necesitaba”.
Mientras, tu joven descendiente, que casi ha soltado una lágrima al irse, empieza a notar, por su parte, los beneficios que esos días alejado también le están reportando a él. Tranquilo por saber que está seguro; que va a tener todo lo necesario para que su disfrute sea lo más pleno posible; y que incluso volverá a casa habiendo hecho nuevos amigos, que tienen su edad y comprenden sus inquietudes y desvelos.
En las residencias Fontsana Senior Living Group comprendemos absolutamente esa situación, y sabemos que los respiros pueden ser el complemento ideal a un cuidado compartido. Si estás interesado en saber más, pídenos información.