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Ese enfermo de Alzheimer ya no se parece a mi padre

«¡Ya no reconozco a mi padre o a mi madre!” es, probablemente, la frase que más pronunciamos los que hemos tenido, o tenemos, a un enfermo de Alzheimer en la familia. Pero también es la pista de que algo no va bien. Que esa persona antaño sociable y cariñosa, que en la actualidad muestra síntomas de Alzheimer en adultos mayores, no puede ser la misma con la que ahora nos enfadamos a diario. Y que el héroe de nuestros sueños infantiles no puede haberse convertido en un villano agresivo y con malhumor, cuyos síntomas de Alzheimer hace que sienta que todo el mundo está en su contra.

Una situación durísima, capaz de resquebrajar a familias enteras, hasta que uno cambia el chip y ve que una enfermedad silenciosa se está llevando a nuestro ser querido más preciado. Lamentablemente se trata de un proceso largo, que no siempre avisa, y que tarda en mostrar su carta de presentación. 

Para todos aquellos y aquellas que hayáis pasado por esa situación, o que estéis atravesando por ella ahora y os estéis planteando cómo cuidar a una persona con Alzheimer, os recomendamos afrontar la situación siendo conscientes de que el que lo está pasando peor, es él, o ella, que se ven sumidos en un mundo que no entienden ni recuerdan, y que se ven sometidos a continuos reproches.

De repente, son los malos de la casa, y nadie entiende que esa agresividad es muchas veces involuntaria, y fruto de la incomprensión, como la que sienten los niños pequeños que quieren comunicarse pero que todavía no hablan. 

Rabietas infantiles y ancianas que, cuando entendemos su origen, debemos de intentar aplacar con comprensión y mucho amor, con el fin de tranquilizarse y recuperar la paz y la armonía familiar.

A pesar de lo difícil del momento, ya que no estamos acostumbrados a dar la otra mejilla cuando nos agravian, vale la pena volver la vista atrás y recordar a esa persona que fue, y que se merece el cariño que le darías si, en lugar de mostrarse arisco, padeciese otra enfermedad física y más visible.

No es fácil aceptar que la vida cambia, pero, una vez interiorizada la nueva situación, podrás afrontar esta nueva etapa con un solo objetivo: reconciliarte con la persona que más quieres, y que más te ha querido, minimizando sus carencias y dándole, simplemente, afecto. 

Aún asumiendo que no siempre es posible, ese cambio de postura romperá el muro que os separa, cambiará las lágrimas por sonrisas, y aderezará vuestra nueva relación con una gran dosis de paciencia y relatividad. 

Hazlo por él, pero también por ti, para sembrar la semilla que marcará el principio de vuestra despedida, dotándola de humanidad, respeto y dignidad. Nadie merece irse siendo recordado como una especie de loco o delincuente, cosa que a veces sucede. Es una lotería, y le ha tocado a él, o a ella. A personas que siguen siendo seres humanos con sentimientos, aunque a veces no los exterioricen, y que siempre apreciarán tu abrazo, que le cojas de la mano, y que le sonrías, aunque a veces te confunda con su madre, o te pregunte cada día dónde está su mujer, fallecida hace meses. 

Ese adiós pausado y tranquilo será su mejor despedida, la que se merece esa persona mayor, que ya no se parece a tu padre o a tu madre, pero cuya piel te recuerda que una vez fueron sus manos las que te guiaron hacia el inicio de la vida. Acompáñale ahora en paz hacia un final no elegido, pero que tú puedes ayudar a escribir con amor y dignidad. 

Si buscas una residencia para enfermos de Alzheimer en Palma de Mallorca, en Fontsana llevamos más de 15 años acogiendo y cuidando a personas con Alzheimer y otras enfermedades similares, a las que ofrecemos un hogar adaptado a sus necesidades.  

Déjanos guiarte en esta tesitura, y cuidar de tu padre o de tu madre con cariño y vocación, mientras tu persona favorita siente el amor de alguien que le visita cada día.